Los sistemas de inteligencia artificial podrían ser comprendidos como agentes no humanos que, sin embargo, alteran potencialmente la propia “naturaleza” humana y la de todos los seres vivientes, ocupando así un lugar fundamental en las mutaciones históricas de las formas en que se ejerce el poder sobre la vida. De hecho, es posible afirmar que la irrupción masiva de los sistemas de inteligencia artificial durante las primeras décadas del siglo XXI supone una profunda reconfiguración de aquello que solíamos entender como biopolítica, es decir, de aquello “que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al poder-saber en un agente de transformación de la vida humana” (Foucault 2007, 173).